La primera vez que oí del Balonmano Femenino Costa del Sol Málaga creo que era sábado y acababa de realizar unas series de pista con compañeros del club.
Nos encontramos en la puerta de entrada a la cancha del pabellón nuevo de Carranque al entonces vicepresidente del club José Antonio Fernández que conocíamos de las carreras pedestres en las que algunas de sus hijas participaban, no sabíamos que eran jugadoras del equipo de balonmano.
Aquel equipo del Costa, como le llamabamos para abreviar, militaba en Primera División que por momentos pensé que era la categoría Reina del balonmano femenino, pero era la Segunda División.
Nos invitó a entrar al pabellón y vimos que se disputaba un partido que catastróficamente perdieron las anfitrionas. De todas aquellas guerreras también conocía a María Nieto, una jugadora de mi estatura que daba la sensación de ser más alta porque tenía las piernas bien largas y le hacían aparentar más grande y que siempre dibujaba una rara sonrísa.
Nuestra sorpresa es que vimos jugadoras aún mucho más grandes que ella, mujeres que impresionaban verlas de cerca con esos cuerpos entrenados capaces de lanzar el balón a casi cien kilómetros por hora.
En mi opinión, el equipo de balonmano feminino Málaga Costa del Sol de aquella época era un equipo chatarrero de Primera División, un equipo mal entrenado básicamente con pocos recursos técnicos de alto nivel específico, sufría muchísimo y le costaba llegar al pitido final de los partidos con la condición física básica intacta. Algunas jugadoras sufrían continuas lesiones y les costaba defender el cuarto puesto en aquella Liga para segundones.
Las tardes en la Ciudad Deportiva de Carranque se habían convertido en mi hogar de experimentación de teorías sobre la perfomance y cada noche me iba a casa sobre las 22:30 horas.
Así que siempre coincidía con Fernández y su señora, y con María cuando se dirigían a los entrenamientos dentro del pabellón, y a veces también con la presidenta Carmen Morales.
Yo me quedaba a ver aquellos entrenamientos y observé bastantes fallos y desatinos, por ejemplo en la forma de hacer los circuitos, el abuso de pesas y el entreno con ejercicios aeróbicos que no aportaban nada para los conceptos de competición.
El plan de entrenos semanales se le atragantaba al club en el aspecto competitivo sin obtener ningún beneficio sino más bien perjuicios y despropósitos innumerables pero nada imposible de corregir.
Uno de los aspectos era el bajo nivel psicológico porque estar mal entrenadas no ayuda mucho al desánimo y estaba claro que había que cambiar el sistema y corregir la posición de los entrenamientos para que las jugadoras volaran en la cancha y no se resintieran.
Cuando las jugadoras se vieron libres de trabas empezaron a correr a lo largo y ancho del pabellón y el equipo subió de nivel como la espuma, quedando primeras en Primera División tres temporadas seguidas sin perder un solo partido, acudiendo a los Cruces de Ascenso donde la debilidad económica del club echaba para atrás la posibilidad del ascenso a División de Honor. Por eso se perdía en los Cruces incluso en los que se celebraron en el pabellón de la Ciudad Deportiva de Carranque.
Tras tres temporadas siendo primeros en Primera División sin perder ni un solo encuentro, me olvidé del balonmano por cuatro largos años en que Diego Carrasco dejó de entrenar durante una temporada, siendo sustituido por el ex entrenador de balonmano Mijas, el también malogrado Cisco, pero volvió a la temporada siguiente.
Nos encontramos en la puerta de entrada a la cancha del pabellón nuevo de Carranque al entonces vicepresidente del club José Antonio Fernández que conocíamos de las carreras pedestres en las que algunas de sus hijas participaban, no sabíamos que eran jugadoras del equipo de balonmano.
Aquel equipo del Costa, como le llamabamos para abreviar, militaba en Primera División que por momentos pensé que era la categoría Reina del balonmano femenino, pero era la Segunda División.
Nos invitó a entrar al pabellón y vimos que se disputaba un partido que catastróficamente perdieron las anfitrionas. De todas aquellas guerreras también conocía a María Nieto, una jugadora de mi estatura que daba la sensación de ser más alta porque tenía las piernas bien largas y le hacían aparentar más grande y que siempre dibujaba una rara sonrísa.
Nuestra sorpresa es que vimos jugadoras aún mucho más grandes que ella, mujeres que impresionaban verlas de cerca con esos cuerpos entrenados capaces de lanzar el balón a casi cien kilómetros por hora.
En mi opinión, el equipo de balonmano feminino Málaga Costa del Sol de aquella época era un equipo chatarrero de Primera División, un equipo mal entrenado básicamente con pocos recursos técnicos de alto nivel específico, sufría muchísimo y le costaba llegar al pitido final de los partidos con la condición física básica intacta. Algunas jugadoras sufrían continuas lesiones y les costaba defender el cuarto puesto en aquella Liga para segundones.
Las tardes en la Ciudad Deportiva de Carranque se habían convertido en mi hogar de experimentación de teorías sobre la perfomance y cada noche me iba a casa sobre las 22:30 horas.
Así que siempre coincidía con Fernández y su señora, y con María cuando se dirigían a los entrenamientos dentro del pabellón, y a veces también con la presidenta Carmen Morales.
Yo me quedaba a ver aquellos entrenamientos y observé bastantes fallos y desatinos, por ejemplo en la forma de hacer los circuitos, el abuso de pesas y el entreno con ejercicios aeróbicos que no aportaban nada para los conceptos de competición.
El plan de entrenos semanales se le atragantaba al club en el aspecto competitivo sin obtener ningún beneficio sino más bien perjuicios y despropósitos innumerables pero nada imposible de corregir.
Uno de los aspectos era el bajo nivel psicológico porque estar mal entrenadas no ayuda mucho al desánimo y estaba claro que había que cambiar el sistema y corregir la posición de los entrenamientos para que las jugadoras volaran en la cancha y no se resintieran.
Cuando las jugadoras se vieron libres de trabas empezaron a correr a lo largo y ancho del pabellón y el equipo subió de nivel como la espuma, quedando primeras en Primera División tres temporadas seguidas sin perder un solo partido, acudiendo a los Cruces de Ascenso donde la debilidad económica del club echaba para atrás la posibilidad del ascenso a División de Honor. Por eso se perdía en los Cruces incluso en los que se celebraron en el pabellón de la Ciudad Deportiva de Carranque.
Tras tres temporadas siendo primeros en Primera División sin perder ni un solo encuentro, me olvidé del balonmano por cuatro largos años en que Diego Carrasco dejó de entrenar durante una temporada, siendo sustituido por el ex entrenador de balonmano Mijas, el también malogrado Cisco, pero volvió a la temporada siguiente.
En la temporada 2013 - 14 el entrenador Diego Carrasco consiguió subir al equipo a División de Honor y el club se estrenó la temporada 2014 - 15 en la máxima categoría con el objetivo de permanecer en ella.
Diego Carrasco era un hombre que lloraba por el Málaga Costa del Sol balonmano femenino, lo amaba y quería verlo en la élite compitiendo, se devanaba los sesos por conseguirlo. El club era su alma, su amor y su sueño.Pero un día yendo a mis quehaceres en Torremolinos lo encontré en la estación de ferrocarril por dos veces seguidas y me invitó a ver los partidos en Carranque.
La primera vez me negué en redondo porque no quería volver a ver balonmano femenino.
La segunda vez fue diferente y le tuve que decir que sí porque para él era una persona que le desatascaba la mente ofreciéndole todo tipo de ideas, y a partir del minuto uno el equipo subió en la clasificación para colocarse a final de temporada en los puestos europeos por primera vez en su historia.
Diego Carrasco sonreía de gozo por el triunfo de ayer y los triunfos del futuro.
"Lo de los bajones psicológicos se quedaba en la pista. Fuera de ella disfrutábamos enormemente teniendo experiencias que crearon lazos de por vida.
El balonmano nos unió y nos dio tanto, que mereció con creces todo el tiempo, esfuerzo y sacrificio empleado."
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